Introducción En los primeros meses de la década de los sesenta, todo parecía indicar que las relaciones entre las dos grandes potencias, muy deterioraadas a lo largo de la Guerra Fría, habían entrado en una etapa de más cordialidad. Incluso se esperaba con optimismo la reunión que americanos, rusos, ingleses y franceses iban a mantener en París para solucionar la crisis de Berlín. Pero todo se vino abajo en el momento en que un cohete ruso alcanzó a un objecto volante que se había infiltrado más de 2.000 kilómetros en su territorio: era un avión espía americano U-2, pilotado por el agente de la CIA Gary Powers. Tras unas declaraciones confusas sobre un aparta en misión científica, Washington tuvo que reconocer los hechos: bajo la sonrisa diplomática del deshielo, el espionaje trabajaba día y noche.