La noche del 19 al 20 de junio de 1953, los esposos Rosenberg morían en la silla eléctrica de la prisión de Sing Sing, acusados de haber pasado secretos atómicos a los Rusos. Fueron las victimas más destacadas de la ola de anticomunismo que durante la Guerra Fría recorrió los Estados Unidos y que todo el mundo conoció como «la caza de brujas». El cine, la ciencia, el teatro e incluso el ejército fueron investigados por el comité de actividades antiamericanas, que presidía el senador McCarthy, en un clima de apasionamiento y paranoia en el que se confundían las más inocentes posturas progresistas con el comunismo. Las investigaciones alcanzaron su punto más alto de notoriedad cuando la comisión enfiló sus baterías contra Hollywood. Directores, guionistas y actores tuvieron que declarar sobre su ideología, mientras que en los grandes estudios surgían las listas negras. Poco a poco iba desapareciendo el aire de progresismo y tolerancia que el New Deal de Roosevelt había introducido en los Estados Unidos en la década de los años treinta. Vicente Molina Foix, autor de este artículo, es escritor y crítico cinematográfico.
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