Los conquistadores del Imperio Nuevo

Introducción

El Imperio Nuevo egipcio abarca cerca de cinco siglos (desde 1580 a 1085 a. de C.). Comienza con la expulsión de los invasores hyksos por parte de los príncipes de Tebas, que restauran el poder de los faraones. Este es el período mejor conocido, gracias a los innumerables textos y documentos que han llegado hasta nosotros. Después de las pirámides del Imperio Antiguo, nos ha dejado los más admirables monumentos: Luxor, Karnak, Abu-Simbel, Deir-el-Bahari. Y, por razones muy diversas, los nombres de Tutankhamón, Nefertiti, Ramsés II están en la memoria de todos. La XVIII dinastía (Tutmosis I, II, III, IV...), con varias conquistas, conduce a Egipto a su apogeo territorial, desde Sudán hasta el Orontes, en Siria, acabando la obra iniciada por el Imperio Medio. Pero esta expansión se detiene, a causa de una grave crisis religiosa: la revolución amarnense. Es una singular figura la de Amenofis IV (Akhenatón), esposo de la bella Nefertiti, que intenta suprimir el culto de Amón y de los otros dioses, para adorar a un dios único, creador de todo, bajo el símbolo abstracto del disco solar. La obra de este rey místico, precursor del monoteísmo, no puede perdurar, y el clero de Amón toma tal desquite que su poder se hace cada vez más inquietante para la monarquía. La XIX dinastía se caracteriza por el reinado de Ramsés II, el «Rey Sol» de Egipto, que, después de la batalla de Qadesh (1294 a. de C.), establece la paz en Oriente, durante 50 años, firmando un tratado (el primer pacto internacional hasta ahora conocido en sus detalles) con los hititas.

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