En las religiones primitivas la distinción entre persona sagrada y persona santa es casi imperceptible, lo cual se verifica en parte, también, en ciertos ambientes populares de países cristianos. El sentimiento de veneración religiosa que inspiran ciertas personas consideradas como santas está, en parte, vinculado a la idea de poder y fuerza sobrenaturales. En las religiones poco elaboradas fácilmente se aplica el concepto de santidad, por ejemplo, a un hechicero, supuestamente poseído de una energía superior que puede hacer cosas maravillosas, realizar prodigios, y esto activando el flujo de energías inherentes a todas las cosas, pero especialmente concentradas en los seres superiores y divinos, con los cuales el santo está en contacto. Generalmente no es la conducta moral la determinante en la caracterización de tal tipo de santidad. En las religiones más sistematizadas y con una doctrina más elaborada, el concepto de santidad varía de acuerdo con el ideal de perfección que cada uno configura a sus adeptos.
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